Los cometas
son cuerpos relativamente pequeños compuestos de hielo y polvo que orbitan alrededor del Sol. Junto con los asteroides forman parte de una categoría llamada cuerpos menores del sistema solar. Su tamaño varía desde unos pocos metros a varios cientos de kilómetros. Los más grandes, como Plutón, Eris, Makemake y Haumea, adoptan formas casi esféricas debido a su propia gravedad y reciben el nombre de planetas enanos.
La mayoría de los cometas se encuentra en dos regiones del sistema solar llamadas Cinturón de Kuiper y Nube de Oort. Se suele llamar «objetos transneptunianos» a los cuerpos celestes en esas regiones por ubicarse más allá de la órbita de Neptuno. Algunos se acercan al interior del sistema solar cuando sus órbitas son alteradas por otros cometas o por la gravedad de los planetas. Se les puede ver a simple vista en el cielo nocturno si pasan cerca de la tierra en su camino al interior del sistema solar. En algunas ocasiones incluso pueden verse de día.
Su existencia se conoce desde la antigüedad, donde se consideraban un mal presagio debido a su aparición repentina, su apariencia de bolas de fuego en el cielo y sus largas colas. Frecuentemente se les asociaba con la desaprobación de los dioses causando derrotas en batallas, desastres naturales o algún otro castigo divino. En la China antigua se creía que pronosticaban cambios grandes y tumultuosos.
Su apariencia se debe al calor del Sol. Parte del hielo que los forma se derrite al acercarse al interior del sistema solar, formando una nube de gases alrededor de su núcleo llamada coma y una larga cola que apunta siempre en dirección opuesta al Sol.
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